lunes, 27 de abril de 2009

recordar es volver a vivir...

El calor. El calor la ha puesto de mal humor, pues siempre la conduce a recuerdos que ella ha preferido enterrar, aunque hoy simplemente no es posible dejarlos adentro…el recuerdo de aquella noche la atormenta. ¡Noche de mierda! Piensa. El recordarla le revuelve el estómago. Cómo deseaba volver el tiempo atrás y cambiarlo todo…así, tal vez, las cosas serían diferentes. Si recordar es volver a vivir, no quería recordar jamás. Y peor recordar sola, pues es más doloroso cuando no se tiene a nadie con quien hablar…

Trata de engañar a la mente, así que se dedica a observar todo lo que la rodea. Esta sentada en ese restaurantucho de mala muerte, sobre una silla bastante gastada, de un color café sucio. La mesa es donde apoya los brazos tiene un mantel de flores y colores chillantes que no hacen juego con los cuadros, las sillas o los colores de las paredes, en fin, con nada, haciendo evidente que ella tampoco encaja ahí, pero esta era ahora su vida.

Continúa observando-es eso o recordar- .Hace un recorrido con la mirada y se da cuenta que en una mesa cercana a la suya, se encuentra una pareja de ancianos que a ella le resultan repugnantes. La expresión de total infelicidad en sus rostros, de sentirse atrapados en una rutina sin fin que sólo la muerte los iba a liberar, la hizo tomar conciencia de su patética vida.

Se encontraba sumergida en sus pensamientos, cuando la puerta del restaurante se abrió y apareció una mujer, de estatura mediana, delgada y con una expresión de profunda melancolía, que ella trata de disimular a base de maquillaje, pero que solo lograba acentuar las marcas de los maltratos y desencantos que la vida le brindó. Entró con la mirada ansiosa, como buscando y fue cuando sus ojos y los de ella se encontraron e inmediatamente sintió que todo el cuarto daba vueltas a una enorme velocidad y que en cualquier momento se iba a detener con tanta fuerza que la iba a botar de la silla.

La mujer se dirigió hacia su mesa, con un paso vacilante y ansioso, como queriendo y a la vez no. Por fin llegó, se sentó a la mesa y sin preámbulos le dijo: te extraño. Ella sintió morir, pues también la extrañaba, no había día que no la pensara, que recordara los hermosos momentos compartidos, su calor, su aroma…pero estaba esa maldita noche que opacaba todo.

¿Para qué deseabas verme? Le pregunto de manera tajante. Solo quería verte, le dijo, en un tono dulce pero cargado de un profunda angustia. Bueno, si eso era todo, me voy. Se puso de pie, pero la mujer le tomó por la mano y le dijo con voz entrecortada.: no te vayas, te necesito. Sus palabras retumbaron como bombas en sus oídos, ella también la extrañaba y la necesitaba, pero esa noche maldita no la dejaba en paz. Eso lo hubieras pensado antes, le dijo, ¿Todavía no me perdonas? Le pregunto y ella la miró firmemente a los ojos y presa de un enorme rencor le respondió: no, ¿cómo se puede perdonar a una madre que una noche por conseguir dinero para emborracharse haya vendido a su hija de 15 años a un hombre que la abuso y explotó hasta que se cansó? ¿Cómo quieres que perdone que por esa maldita noche hoy este muerta en vida?

Se levantó y empezó a caminar hacia la puerta, quería huir de ese dolor que le oprimía el pecho. Al llegar a la puerta, no pudo evitar volver la mirada hacia la mesa, para ver por última vez a la mujer que más había amado pero que tanto la había hecho sufrir. La vio desolada, desamparada y vieja, y solo por un instante pensó en correr a sus brazos y decirle que empezaran todo de nuevo, que dejaran el pasado enterrado, pero el rencor era más fuerte que la necesidad de amarla. Respiró profundamente, como queriendo que el aire la hiciera olvidar, abrió la puerta y salió a la calle. Hacia Calor.

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