sábado, 20 de noviembre de 2010
Un año de mucho aprendizaje, de conocer nuevos lugares,de iniciar otra etapa de mi vida, de adquirir nuevos conocimientos, de enfrentarme con mis temores, de vivir el ahora, gozarlo y luego dejar ir. Un año de nuevos amores, desilusiones, lagrimas, risas y momentos lindos que siempre se quedaran en mi corazón. Sin duda, es uno de los mejores años de mi vida. Veremos que pasa en estos últimos días que le quedan.
sábado, 2 de octubre de 2010
A mi hermoso ángel custodio
Hermano mayor espiritual, compañero aventajado por la visión de Dios, tutor, guía, centinela, escudo, discretísimo e invisible maestro en los peligros cotidianos, aliento, aguijón, consejo, confidencia. Muchas gracias Fermín por estar siempre conmigo. Te amo.
miércoles, 15 de septiembre de 2010
A tu ausencia...
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Si no vuelves, si no puedes volver…yo te encontraré…
Si no vuelves, yo te encontraré…para caminar juntos para siempre…
Durante mucho tiempo te busqué, aun sabiéndome llena de amor, una parte
de mi alma no dejaba de soñar con encontrarte; tal vez en un lugar muy lejano,
donde las balas no fueran la cotidianidad, tal vez en un lugar donde uno podía
vivir libremente, aun pensando diferente o tal vez, en una tarde encontrarnos y
decirnos simplemente: hola, te he extrañado; y aunque todo me empujaba a
enterrarte, sin ceremonia, sin tumba, mi corazón se rehusaba a perder la
esperanza de encontrarnos, porque ¿Cómo
se entierra una esperanza? La ausencia de la materia no mata la fe.
Años dediqué a alimentar la ilusión de encontrarte vivo y en el peor de
los escenarios muerto, al menos saber en dónde estaba tu cuerpo, que aunque sé
que es simplemente el estuche del alma, tendría un lugar en donde depositar una
flor, mis lágrimas y decirte que he intentado ser la hija que creo te hubiera
gustado que yo fuera.
Por años me imagine nuestra relación, tus reacciones ante mis arrebatos y
locuras, mis chistes y mis tristezas. Por mucho tiempo soñé con tu presencia,
con la sensación de tu abrazo, con el calor de tu mirada, con tu voz cantando
con el corazón la música que te condenó y con tu expresión de plenitud en tu
rostro en una hermosa tarde de octubre.
Pero un día, no sé cómo ni por qué, me dejé convencer que tenía que
enterrarte, tal vez fue que “crecí”, que
la niña dulce que esperaba a su papá simplemente se esfumó y había comprendido
que la vida debía vivirse sin pensar en los hubiera y así, sin tumba, sin
ceremonia y sin flores, te enterré, dejando de alimentar la esperanza y asumiendo
tu ausencia como natural. Una mañana, de un mes que no recuerdo, desperté y
solté una lágrima de despedida a la esperanza de caminar juntos alguna vez, de
ver tu rostro, de encontrarnos en alguna parte de este enorme mundo. De
llevarte una flor a una tumba.
Y así seguí viviendo con un extraño luto en el corazón, un luto gris,
como poco sincero, pero luto al fin. Sin embargo, en noches como estas –
oscuras, profundas, silenciosas-renace mi infantil esperanza y sueño con que te
encuentro, que me tomas de la mano y que recorremos juntos el camino de la
vida para siempre.
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